Guardias...el Borja se había obligado a realizarlas igual, pero para el eran más bien una forma de despejarse. No custodiaba, sino que caminaba, deambulaba por las murallas. En cierta forma, supervisaba. Vio entonces a una dama llegar ante las puertas, a quién conocía. Recordaba haberla visto por primera vez en una taberna de Castellón...descendió rápidamente por las empinadas escaleras de piedra que posibilitaban subir desde el plano patio tras las murallas a aquel adarve, y dio la orden de que abrieran. A todo ello, la recién llegada ya había rellenado el formulario, que arrebató de las manos del escribano, y releyó.
-¡Excelente!. Podéis pasar. Acompañadme, ya os mostraré los cuarteles y el resto de la ciudadela...