-¡Bienvenido a Motarde d'Ascalon, hermano!-saludó el Borja, efusivamente, dándo la orden desde su caballo para que abrieran la puerta y le dejaran pasar. Tomó el pergamino, lo leyó, y se cercioró de que todo estuviera acuerde al Derecho Canónico. Sonrió al ver que aquello cumplía sus expectativas. El mismo había bautizado al que sería nuevo soldado de la Guardia, y estaba ciertamente orgulloso. Se encaminó pues, hacia los cuarteles de los hispanos, guiando al recién llegado.